jueves, 19 de febrero de 2009

El hombre proactivo; meet John Doe, parte 2

Segunda entrega del hombre proactivo, John Doe (continúa la parte 1). Como de costumbre, ya que nadie se ha manifestado en contra, añado un clip musical, lleno de "buen rollo", para dar ánimos a los que sufren de la crisis. Como iréis viendo, cada clip corresponde a un estilo musical distinto.



... John dejó de hablar con los banqueros el día que fue a pedir prestada la cantidad de 1.000€, cantidad que le fue rechazada ya que no tenía dinero en su cuenta. Intentó explicar al banquero que si le pedía esa cantidad era precisamente porque no disponía de ella. John no resultó muy convincente, y modestamente incluso se planteó si no era por fallo suyo a la hora de comunicar. (Eso sí, se hizo una nota mental de mejorar esa habilidad en particular...).
Pero, siendo práctico, a partir de aquel momento, volcó todo su empeño en auto financiarse al máximo (y de hecho al absoluto). La verdad, eso no le resultó demasiado difícil, ya que ningún banquero en su sano juicio jamás otorgaría préstamos a alguien sin nómina ni domicilio fiscal y además con cara de psicópata (obviamente, esta nueva actitud mental de John ya empezaba a verse - de alguna forma - reflejada en su semblante).

Bien es cierto que el hecho de no acudir al mercado financiero no resulta productivo ni para John ni para la sociedad en su conjunto, pero las consideraciones ideológicas prevalecieron.

John dejó de darle coba a sus clientes cuando se dio cuenta de que aquello no servía para mucho. Hizo un rápido cálculo de los contratos perdidos simplemente por no asistir a comidas de negocio y se dio cuenta de que tampoco eran tantos. Eso sí, a cambio no tenía que estar riéndose de chistes malos y anécdotas verdes (o al revés...). Bien es cierto que John no participaba en más de una o dos comidas de negocio al año. Esta cifra, que a algunos les parecerá irrisoria, ya resultaba intolerable para John. Con lo cual, también fuera.

Dejó a sus socios cuando se paró a calcular cuál era el porcentaje de negocio – más del 80% - que él aportaba al bufete de asesores financieros (bufete que compartían al 50%). En aquella época hacía ya tiempo que John no era asalariado, ya que había dejado a sus jefes años atrás (aquello era ya una señal temprana pero inequívoca de la libertad de espíritu de John Doe.........). Obviamente, John tampoco soportaba a ningún jefe. Así que se despidió de sus socios, sin desearles ninguna suerte, sea dicho de paso.

Dejó de votar cuando en un concurso público que él había amañado – cierto es que eso está muy feo - con cuatro amigos, aparecieron dos ministros y el presidente del gobierno del país en el que vivía - Bananolandia -para amañarlo aún más y quedárselo ellos. Bien es cierto que además de John y sus amigos, los perjudicados fueron todos sus conciudadanos - la mitad más uno habiendo votado al antes mencionado jefe de gobierno - y contribuyentes; pero John ya se había dado de baja de aquél colectivo, con lo cual el daño fue menor y se lo tomó con algo más de filosofía. Eso sí, se alejó definitivamente de los colegios electorales.

Dejó de relacionarse con el sexo opuesto cuando se paró a hacer un balance de costes /beneficios de todas las relaciones – numerosas, en su juventud, John no carecía de atractivo - que había tenido hasta aquel momento, llegando a la conclusión que el resultado era negativo. Le preguntaron – cautelosamente - si aquello significaba un cambio de orientación sexual, a lo cual contestó con mucho sentido común que si ya era complicado e improductivo de la forma comúnmente aceptada, pocas posibilidades había de ir a experimentar en la acera de enfrente.
Además, como aquellos años eran los del AIDS, pues tampoco había que esforzarse mucho para volcarse en la abstinencia.
¡ Pero ojo ! Aquí no hay sesgo religioso; John nunca dejó la religión, sencillamente porque nunca se había acercado a ella. No entendía muy bien cómo la gente podía creerse que decapitando pollos negros o comiéndose el cuerpo de un resucitado podía uno acercarse a la Verdad.

Esta parte de su filosofía de vida era la menos pública, ya que sabía lo agresiva que se ponía la gente cuando se tocaba a la Verdad. Agresividad probablemente multiplicada por el hecho de que había muchas Verdades, y esa confusión debía de alguna forma exacerbar los instintos asesinos de los adoradores de tal o cual Verdad, decididos de una vez por todas y por todos los medios necesarios a que se aclarase tal confusión

John tenía familia y amigos, a los que quería. Los quería tanto que no les imponía su presencia más allá de lo estrictamente necesario. Con lo cual, cada encuentro siempre resultaba ser un acontecimiento festivo, que es cómo deberían ser los encuentros entre seres cercanos.

Llegado a este punto, obviamente, entenderán que la vida social de John tenía aspecto de llanura del Kalahari. Pero John se detuvo a pensarlo un momento, y vio que eso era bueno. Y, ya con pocas cosas para desviar su atención de lo fundamental; pudo por fin empezar a dedicar su tiempo libre al análisis de lo humano y lo divino.

Test de algoritmo de Google, Rosalía Rojo. 
http://rosaliarojo.blogspot.com/

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